viernes, 30 de noviembre de 2012

Que reflexionas sacas..

En ocasiones, cuando nos disponemos a ayudar a alguien nos encontramos con muchas dificultades y barreras que nos impiden hacerlo con facilidad. Debemos adaptarnos al individuo al que queramos ayudar, entender su globalidad, sus características, sus miedos, sus inseguridades para saber como enfocar nuestro proceso de ayuda. 

Cada individuo es diferente, cada ser humano es un mundo, cada experiencia nos marca y nos diferencia y en muchas ocasiones esas mismas experiencias vividas provocaran como pueden ser nuestras futuras vivencias. Todos tenemos una historia que nos marca y nos define. Esas historias pueden ser más profundas, más sinceras, más traumáticas, pero son estas las que nos definirán como persona y nos hacen ser lo que somos.

Como orientadores no tenemos porque conocer las historias de las personas, pero si debemos tener en cuenta que pueden estar ahí, y que pueden influir en el orientado. Debemos siempre adaptarnos al orientado en su globalidad y entenderlo para poder ser eficaces, honestos, productivos y buenos orientadores.

Hace unas semanas, trabajamos en clase una fabula. La de la ostra y el pez. En ella la ostra se muestra cerrada para poder ser orientada y al pez no le queda otra opción que informarse, y entender lo que le ocurre a la ostra para poder ser eficaz en su proceso de ayuda.

La fabula es la siguiente:

LA FÁBULA DE LA OSTRA Y EL PEZ

Había una vez una ostra y un pez. La ostra habitaba las aguas tranquilas de un fondo marino y era tal la belleza, colorido y armonía del movimiento de sus valvas que llamaban la atención de cuantos animales por allí pasaban.
Un día acercó a pasar por el lugar un pez que quedó prendado al instante. Se sintió sumamente atraído por la ostra y deseó conocerla con todo su ser. Sintió un fuerte impulso de entrar en los más recónditos lugares de aquél animal misterioso. Y así, partió veloz y bruscamente hacia el corazón de la ostra, pero ésta cerró, también bruscamente, sus valvas. El pez, por más y más intentos que hacía para abrirlas con sus aletas y con su boca, aquellas más y más fuertemente se cerraban, pensó entonces en alejarse, esperar a cuando la ostra estuviera abierta, y en un descuido de ésta, entrar veloz sin darle tiempo a que cerrar sus valvas. Así lo hizo, pero de nuevo la ostra se cerró con brusquedad. La ostra era un animal extremadamente sensible y percibía cuantos mínimos cambios en el agua ocurrían, y así, cuando el pez iniciaba el movimiento de acercarse, ésta se percataba de ello y al instante cerraba sus valvas.
El pez triste, se preguntaba ¿por qué la ostra le temía?, ¿cómo podría decirle que lo que deseaba era conocerla y no causarle daño alguno?, ¿cómo decirle que lo único que deseaba era contemplar aquella belleza y compartir las sensaciones que le causaban?
El pez se quedó pensativo, y estuvo durante mucho rato preguntándose qué podría hacer. ¡De pronto!, se le ocurrió una gran idea. Pediré ayuda, se dijo. Sabía que existían por aquellas profundidades otros peces muy conocidos por su habilidad para abrir ostras, y hacia ellos pensó en dirigirse. Sabía que eran peces muy ocupados y no deseaba importunarles. Deseaba que le escucharan y que le prestaran su ayuda. Aunque pensó  – seguro que estarán tan ocupados que no podrán ayudarme. ¿Qué puedo hacer?, se preguntó.
Tras pensar algún rato llego a la conclusión que lo mejor era informarse por otros peces que les conocían cuál era el mejor momento para abordarle, cómo tendría que presentarse. Después de informarse muy bien, eligió el momento más oportuno y hacia ellos se dirigió.
- Hola, dijo el pez. ¡Necesito vuestra ayuda! Siento grandes deseos de conocer una ostra gigante pero no puedo hacerlo porque cuando me acerco cierra sus valvas. Sé que vosotros sois muy hábiles en abrir ostras y por eso vengo a pediros ayuda.El pez continuó explicándoles las dificultades que tenía y los intentos por resolverlas.Llegó a decirles la sensación de impotencia, que le entraba y los deseos de abandonar tras tantos intentos fallidos.
Los peces le escucharon con sumo atención, la hicieron notar que entendían su desánimo pues ellos se habían encontrado en circunstancias similares. Le felicitaron por el interés que mostraba en aprender y por la inteligencia que demostraba tener al pedir ayuda y querer aprender de otros.El pez se sintió mucho más tranquilo y esperanzado, les contó los temores que tenía al pedirles ayuda y fue “abriéndose” cada vez más a toda la información que aquellos avezados peces le contaban. Escuchó con atención como a pesar de sus habilidades había algunas ostras que les resultaban difíciles de abrir, pero ello más que ser un motivo de desánimo, esa dificultad les  estimulaba a seguir investigando y reunirse para intercambiar conocimiento y mejorar sus prácticas de abrir ostras.
Los peces continuaron en animada conversación.
- Mira, algo muy importante que has de lograr es suscitar en la ostra el deseo y las 
ganas de comunicarse contigo.
- ¿Y cómo podré lograrlo?
- De la misma manera que tu has logrado comunicarte con nosotros y “abrir nuestras valvas” de pez.
- ¿Cómo?
- Tú deseabas que nosotros te escucháramos y te prestáramos ayuda. Nos has dicho que dudabas de si podrías lograrlo, ¿no es verdad?
- Si, así es.
- Podrías haberte quedado con la duda, pero en lugar de eso, diseñaste un plan de acción. Buscaste información acerca de nosotros, te informaste de cuál era el mejor momento de abordarnos y qué decirnos. Tú sabías que nosotros éramos muy sensibles a la expresión honesta y sincera de “necesito vuestra ayuda”. También sabías que nos agrada, como a todo hijo de pez, el reconocimiento de nuestra competencia y veteranía en abrir ostras. Te confesamos que todo ello nos agradó mucho. También nos gustó tu mirada franca y serena, además de tus firmes y honestas palabras.
- Si, en efecto eso es lo que hice. Ahora que lo decía mis valvas de pez se sintieron también abiertas al notar que me escuchabais con atención. Me agrado mucho el que os hicierais cargo de mi impotencia, y por qué no decirlo, me agrado también el que me felicitarais por pediros ayuda.
- Claro, todo eso suele ser reciproco, contestaron los peces.
- Muy bien, pero ¿cómo podré hacerlo con la ostra? No conozco su lenguaje, sus costumbres, sus miedos, no conozco tampoco que es lo que le agrada.
- Bien, también has diseñado un plan de acción para abrir la ostra. El primer paso ha sido el de visitarnos para que te informemos de sus costumbres, de sus miedos, de todo aquello que le agrada.
Te podemos decir todo aquello que suele suscitar temor en las ostras. Les asusta el movimiento brusco de las aguas, de hecho habrás observado que cuando hay tempestades y hay mucho oleaje las ostras están fuertemente cerradas. Es por eso que si te acercas a ellas cuando hay muchas turbulencias tendrás grandes dificultades para lograr que se abran.
Les asusta el que algún animal se acerque de modo imprevisto. Les agrada en cambio los movimientos suaves, los besos y las caricias y el que se entre en sus interioridades sin antes conocerse durante algún tiempo. También les agrada mucho el que se les hable en su lenguaje. Habrás observado que lanzan a través de sus valvas pequeñas pompas de aire. Si las observas con suma atención podrás aprender los códigos que 
utilizan y sus significados. Cuando están tristes, asustadas, tiernas o alegres.
De este modo, los peces continuaron asesorándole. Le invitaron a pasar largos ratos observando el comportamiento de la ostra. Le invitaron también a  asistir a algunos de los cursillos que organizaban y le regalaron un manual. “El manual de abridor de ostras”.
Tras varias semanas de observación, aprendizaje y entrenamiento, el pez pudo por fin disfrutar con aquella bellísima ostra. Pudo ¡al fin!, lograr entrar en las interioridades de las ostras y compartir las sensaciones que le causaba. Pudo, al fin, comunicarse.

A continuación, respondimos a unas preguntas:


LA FÁBULA DE LA OSTRA Y EL PEZ

REFLEXIONA EN GRUPO
1.    ¿Qué te sugiere esta fábula en relación a la orientación personal?
La importancia de las relaciones interpersonales, evoca una interacción recíproca, cara a cara entre dos o más sujetos en el marco de secuencias de comportamiento verbal y no verbal (estos comportamientos son vitales para el proceso comunicativo en todas las dimensiones de la persona), orientadas por sentimientos y/u objetivos que trasmiten o intercambian mutuamente información. El trabajo conjunto entre los profesionales ayuda a mejorar nuestra forma de guiar a las personas que lo necesitan.
Hay que tener en cuenta:
-       Los objetivos guían y orientan todas nuestras acciones.
-       Los objetivos son diversos.
-       Cada situación impone unas reglas.
-       El logro de una objetivo a toda costa puede impedirnos alcanzar otros.

2.    Haz una lista de los que consideras los principales “cierra-ostras” en la comunicación.
-       Lugar o momento elegido
-       Prejuicios.
-       Juicios de valor.
-       Inseguridad.
-       Ambigüedad.
-       Confianza.
-       Desinterés.
-       Objetivos contradictorios.
-       Amenaza.
-       Dar consejo.
-       No escuchar.
-       Estados emocionales que perturban la atención comprensión y recuerdo.
-       Preguntas de reproche.
-       Etiquetas.
-       Cortes de conversación.

3.    Escribe también las principales llaves para abrir la comunicación, o siguiendo la fábula, los “abre-ostras”.

-       Lugar o momento elegido.
-       Escucha activa.
-       Opinión.
-       Empatizar.
-       Respeta el silencio.
-       Acomodar el lenguaje al nivel de la persona.
-       Aceptar críticas.
-       Información positiva.
-       Expresar sentimientos.

En nuestro proceso de orientador, nos encontraremos con muchas situaciones que nos impedirán ser perfectamente eficaces en el proceso de ayuda, de nosotros depende detectar estas barreras y superarlas para poder ser auténticos orientadores. 

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